Aprende cómo se hace el vino

El vino es el resultado de un proceso tan antiguo como sofisticado. Detrás de cada botella hay meses de trabajo en el viñedo y una serie de pasos técnicos en la bodega que transforman la uva en una de las bebidas más apreciadas del mundo. En este artículo aprende cómo se hace el vino para valorar aún más cada sorbo y reconocer el esfuerzo que existe en cada etapa.

El viñedo: donde todo comienza

La calidad del vino depende en gran medida de la vid. El suelo, el clima (terroir) y la variedad de uva influyen directamente en el carácter final. Durante el año, la vid atraviesa un ciclo natural que incluye la brotación en primavera, la floración, el envero (cambio de color de las bayas) y la maduración, hasta llegar a la cosecha. 

En bodegas como Concha y Toro, este proceso se sigue de manera rigurosa en diferentes valles de Chile, cada uno con condiciones únicas que aportan identidad a sus vinos.

Vendimia: la cosecha de las uvas

La vendimia es uno de los momentos más importantes. Puede hacerse de forma manual, racimo por racimo, lo que asegura una mejor selección, o de manera mecánica, más rápida y eficiente. 

El momento exacto de la cosecha depende de la concentración de azúcares, acidez y compuestos aromáticos. Una uva cosechada antes dará un vino fresco y ligero; una vendimia más tardía entregará vinos intensos y concentrados. 

En el valle del Maipo, por ejemplo, la vendimia suele hacerse entre marzo y abril, cuando el clima seco y templado favorece una maduración equilibrada.

Despalillado, estrujado y maceración

Una vez en bodega, los racimos se someten al despalillado, que separa los granos de los escobajos para evitar notas herbáceas. Luego viene el estrujado, que rompe suavemente la piel de la uva y libera el mosto. 

En vinos tintos, el mosto se deja en contacto con las pieles en la etapa de maceración, lo que le da color, aromas y taninos. En vinos blancos, por el contrario, las pieles suelen retirarse pronto para mantener frescura.

Fermentación alcohólica y maloláctica

El mosto pasa a depósitos de acero inoxidable, cemento o madera, donde comienza la fermentación alcohólica. Aquí, las levaduras transforman el azúcar de la uva en alcohol y liberan aromas característicos. 

En muchos vinos ocurre también la fermentación maloláctica, en la que bacterias lácticas convierten el ácido málico en ácido láctico, suavizando la acidez y aportando una textura más redonda. Esta transformación es esencial en vinos tintos y en algunos blancos de guarda.

Prensado, trasiego y clarificación

Finalizada la fermentación, el vino se separa de los sólidos en el prensado. Luego se realizan trasiegos, que consisten en mover el vino a diferentes depósitos para oxigenarlo y eliminar sedimentos. 

En esta etapa también se aplican técnicas de clarificación y estabilización, como el uso de bentonita o tratamientos de frío, para asegurar que el vino llegue limpio, brillante y estable a la botella.

Crianza: acero inoxidable o barricas de roble

Algunos vinos se disfrutan jóvenes, pero otros pasan por un proceso de crianza. En acero inoxidable, se conserva la frescura y la fruta. En barricas de roble, el vino gana complejidad, estructura y aromas como vainilla, cacao, especias o notas tostadas. 

El tiempo de crianza varía según el estilo buscado. En casas productoras de prestigio, como Concha y Toro, los vinos íconos como Don Melchor o Terrunyo pasan largos meses en barricas francesas, lo que les otorga profundidad y longevidad.

Embotellado y guarda

En la etapa final, el vino se filtra y se embotella. Dependiendo de la categoría, puede reposar unos meses más en botella antes de salir al mercado. Este período de guarda permite que los aromas y sabores se integren mejor, dando como resultado un vino más redondo y armónico. 

Una invitación a vivir el proceso 

Leer sobre cómo se hace el vino permite entenderlo, pero vivirlo es otra experiencia. A menos de una hora de Santiago, la Viña Concha y Toro en Pirque abre sus puertas para recorrer viñedos, caminar por jardines centenarios y entrar en bodegas históricas. 

Allí, las palabras se vuelven tangibles: el suelo bajo tus pies, el aroma de la barrica y la copa servida frente a la cordillera hacen que todo el proceso cobre sentido. Entre sus experiencias más destacadas están: 

Concha y Toro convierte la teoría en experiencia: caminar por los viñedos, entrar a las bodegas y probar distintas copas es una forma distinta de pasar el día en el valle del Maipo. Más que aprender de vino, es un panorama perfecto para quienes disfrutan viajar con los cinco sentidos. 

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